El sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado, más conocido como SIBO por sus siglas en inglés, es una alteración que ocurre cuando ciertas bacterias que deberían estar en otras partes del sistema digestivo se acumulan en exceso en el intestino delgado. Esta situación puede generar molestias digestivas y afectar la forma en que el cuerpo absorbe los nutrientes. En algunos casos, las bacterias implicadas producen metano, lo que se conoce como sobrecrecimiento metanógeno o IMO.
Muchas personas con SIBO experimentan hinchazón, dolor abdominal, gases, diarrea o estreñimiento. También pueden aparecer otros síntomas como náuseas, cansancio o dificultad para concentrarse. Cuando el problema se prolonga en el tiempo, es posible que aparezcan carencias de vitaminas, especialmente B12, o de minerales como el hierro, debido a una mala absorción de los nutrientes.
Existen diversos factores que pueden favorecer la aparición de esta condición. Entre ellos se encuentran enfermedades como la diabetes, problemas autoinmunes, cirugías previas en el aparato digestivo, uso prolongado de medicamentos que reducen la acidez del estómago, y alteraciones en el movimiento natural del intestino. Estos factores pueden alterar los mecanismos de defensa del cuerpo que normalmente impiden que las bacterias se acumulen en lugares donde no deberían estar.
Para diagnosticar el SIBO se utiliza con frecuencia una prueba del aliento. Esta consiste en que el paciente ingiera una sustancia (glucosa o lactulosa) y luego sople en un dispositivo que analiza los gases expulsados. Si se detecta un aumento anormal de ciertos gases, puede indicar la presencia de bacterias en exceso en el intestino delgado. Aunque es una prueba accesible, debe realizarse correctamente para evitar errores. El método más preciso sería tomar una muestra directa del intestino con una endoscopia, aunque esto no suele hacerse de manera rutinaria.
El tratamiento habitual se basa en el uso de antibióticos orales, siendo la rifaximina uno de los más utilizados. Su objetivo es reducir o eliminar las bacterias que están provocando los síntomas. En algunos casos también se emplean cambios en la dieta, aunque no existe evidencia firme que respalde una dieta específica para todos los pacientes con SIBO. Se han explorado también otras opciones como los probióticos o plantas con propiedades antibacterianas, pero aún se necesita más investigación para hacer recomendaciones claras sobre su uso.
Es importante tener en cuenta que el SIBO puede reaparecer. De hecho, se estima que una parte importante de los pacientes vuelve a presentar síntomas a los pocos meses del tratamiento. Por eso, además de tratar el problema en sí, es fundamental identificar y abordar las causas que lo provocaron.
En definitiva, el SIBO es una condición que puede afectar de forma significativa la calidad de vida de quienes lo padecen. Sin embargo, no todos los síntomas digestivos están relacionados con este trastorno. Por eso, es esencial que el diagnóstico y el tratamiento sean indicados por un profesional, evitando soluciones caseras o tratamientos sin supervisión médica. Si presentas síntomas persistentes y ya se han descartado otras enfermedades, hablar con tu médico sobre esta posibilidad puede ser un paso importante hacia tu bienestar.