La prueba de aliento SIBO no es útil para un buen diagnóstico de los trastornos de la interacción intestino-cerebro
Los trastornos de la interacción intestino-cerebro afectan a una proporción considerable de la población, hasta un 30 %, y se asocian con síntomas que impactan negativamente en la calidad de vida, además de altos niveles de ansiedad y depresión. En este contexto, las pruebas de aliento para diagnosticar el sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado (SIBO) han ganado popularidad por su accesibilidad y simplicidad, respaldadas por consensos y revisiones que las vinculan con síntomas como distensión abdominal y síndrome del intestino irritable. Sin embargo, la amplia disponibilidad de estas pruebas ha generado confusión y un posible exceso de diagnósticos y tratamientos antibióticos.
Un estudio observacional realizado en el Hospital Clínico Universitario de Valladolid, con 70 pacientes con síntomas digestivos, examinó la relación entre los resultados de la prueba de SIBO y la gravedad de los síntomas gastrointestinales. Los pacientes fueron evaluados mediante pruebas de aliento, cuestionarios de síntomas y escalas de ansiedad y depresión, además de análisis de biomarcadores inflamatorios poco utilizados en la práctica clínica. Los investigadores concluyeron que un resultado positivo en la prueba de SIBO no se asocia con síntomas más graves, incluso cuando la positividad fue por producción de hidrógeno o metano.
El trabajo encontró, en cambio, correlaciones significativas entre determinados biomarcadores y los síntomas. La histamina se relacionó con mayor intensidad y frecuencia del dolor abdominal, lo que coincide con la eficacia observada de fármacos antihistamínicos y estabilizadores de mastocitos. La grelina se asoció con dolor más intenso y persistente, mientras que la proteína transportadora de ácidos grasos intestinales se vinculó a distensión abdominal e hinchazón. Aunque la citrulina y el TRPV-1 no mostraron asociación directa con síntomas, sí presentaron correlaciones inversas con histamina y grelina, respectivamente.
Los autores destacan que, aunque las correlaciones son débiles, resultan estadísticamente significativas y apuntan al valor potencial de estas moléculas como biomarcadores de los trastornos de la interacción intestino-cerebro. En consecuencia, cuestionan la utilidad de la prueba de SIBO en pacientes con síntomas inespecíficos y recomiendan enfocar las estrategias diagnósticas y terapéuticas en el estado de ánimo y los biomarcadores relacionados. Finalmente, subrayan la necesidad de profundizar en la patogénesis de estos trastornos para identificar factores que permitan mejorar el diagnóstico, tratamiento y seguimiento, así como abrir vías hacia nuevas opciones terapéuticas.