El SIBO (Sobrecrecimiento Bacteriano de Intestino Delgado) es una condición que se ha vuelto muy popular recientemente, en parte debido al gran número de personas que buscan una solución a sus problemas digestivos y al impulso que han recibido en las redes sociales. Sin embargo, los expertos advierten que no se trata de una enfermedad en sí misma, sino una complicación derivada de otro problema que afecta al aparato digestivo. Factores como cirugías, enfermedades que afectan la motilidad intestinal o el uso de ciertos medicamentos pueden predisponer a la aparición de SIBO, pero no se recomienda investigar su presencia de manera sistemática en todas estas patologías.
El diagnóstico de SIBO es un reto, ya que los síntomas son inespecíficos y las pruebas disponibles tienen baja fiabilidad. La prueba de referencia, el cultivo de aspirado yeyunal, es invasiva y costosa. Como alternativa, se puede utilizar la prueba de aire espirado, que es más segura y barata, pero requiere una preparación estricta por parte del paciente y tiene una sensibilidad y especificidad limitadas. Debido a estos problemas, los falsos positivos son frecuentes y la prevalencia reportada de SIBO varía mucho según el método utilizado.
Antes de plantear un tratamiento, se debe descartar la presencia de una enfermedad más grave. El tratamiento con antibióticos solo se debe considerar en última instancia, ya que la evidencia sobre su eficacia es limitada y variada. Además, se desaconseja el seguimiento de una dieta baja en FODMAP sin supervisión especializada, ya que puede aliviar los síntomas, pero no es curativa y puede causar otros problemas. Los expertos recomiendan abordar principalmente las condiciones subyacentes que facilitan el SIBO y evitar el sobretratamiento de pacientes con síntomas inespecíficos.