La obesidad se asocia estrechamente con distintos trastornos gastrointestinales debido al exceso de peso, el aumento de grasa intraabdominal y los cambios hormonales relacionados. Estos aspectos pueden alterar significativamente la fisiología digestiva y ocasionar o agravar trastornos específicos del tracto gastrointestinal.
Entre los trastornos digestivos más frecuentes relacionados con la obesidad se encuentra la enfermedad por reflujo gastroesofágico (ERGE). Este trastorno se origina principalmente debido al aumento de la presión intraabdominal provocada por el tejido adiposo, facilitando el reflujo del contenido estomacal hacia el esófago, generando inflamación, ardor, dolor torácico y molestias.
La obesidad también incrementa el riesgo de padecer hígado graso no alcohólico, trastorno caracterizado por infiltración grasa hepática que puede desencadenar inflamación crónica con potencial de progresar a cirrosis hepática e incluso cáncer hepático. Adicionalmente, la acumulación de tejido adiposo visceral está relacionada con alteraciones metabólicas que predisponen al hígado graso.
Otros trastornos comunes en individuos obesos incluyen la litiasis biliar o presencia de cálculos, atribuida al desequilibrio del colesterol y sales biliares, así como la pancreatitis aguda, probablemente inducida mediante mecanismos que involucran una inflamación mediada por la resistencia a la insulina o la infiltración grasa pancreática. Finalmente, está documentado que la obesidad incrementa la incidencia de determinados tipos de cáncer gastrointestinales, como el adenocarcinoma de esófago o de colon, debido a alteraciones inflamatorias y hormonales persistentes en estos pacientes.